
Tengo un problema con un guion. Se fueron sumando ideas y se alargó. Se ha convertido en una historia cara de producir. Afortunadamente, hay una herramienta en la maleta del guionista que puede ayudar a cortar páginas sin sacrificar el interés del espectador: las inferencias.
A todos nos aterra estar a oscuras frente a un hecho. Por ejemplo, si usted va caminando frente a la oficina de su jefe y la escucha decir “¡él trabaja hasta hoy en la empresa!”, su mente de inmediato quiere saber quién y por qué será despedido. Comienza a hacer conjeturas.
Una inferencia es la suma de objetos, diálogos o acciones más el conocimiento previo que el espectador tiene de estos. Con la frase de la jefe se sabe que es un hombre el que perderá su empleo, que es inminente la salida y que por el tono de la voz es por algo grave. Usted puede pensar en varios candidatos… ¡Incluso puede ser usted!
Tranquilícese, piénselo bien… Si le suma a esa información lo que pasó el día anterior, cuando al de recursos humanos le encontraron en su maleta el portátil extraviado, usted puede inferir quién es el que será despedido. Ya puede respirar tranquilo.

El trabajo del guionista
Uno de los trabajos del guionista es ir dejando pistas para que el espectador saque más tarde sus propias conclusiones.
Cuando un guión se alarga, hay que saber jugar con esa información. Pensemos en una secuencia en la que un hombre mata por primera vez. Queda trastornado. Se le muestra rezando, huyendo, escondiéndose, etc. Estas pueden ser escenas interesantes, pero si no es el objetivo de la trama, ni el tema de la historia, lo único que hacen es sumar páginas.
Si el público tiene información previa o conocimiento general, es ahí que se pude utilizar la inferencia
Por ejemplo, si el asesino ya no vive en el cómodo apartamento de las primeras escenas, sino en un pequeño pueblo, está barbado y leyendo un artículo en el periódico sobre las nuevas pistas que hay sobre el asesinato, inferimos varias cosas. ¿Qué?… hagan sus conjeturas.
Las inferencias también se utilizan en otros casos, como cuando se evita mostrar algo desagradable. Un buen ejemplo está en Buscando a Nemo (2003):
La película tiene un público infantil y sería bastante pesado mostrar cómo una barracuda se come a la mamá y a los hermanitos del protagonista. Así que hacen que el depredador golpee al padre y este pierda el conocimiento. Cuando despierta, está de noche y no hay rastro de la mamá ni los huevos. Inferimos que la barracuda ya cenó.
Sembrar pistas dentro de la historia para que el espectador haga conjeturas es una herramienta que no solo logra un espectador más activo, sino también ahorrar dinero al momento de la producción. Hay que tenerlas en cuenta y con creatividad construir una historia interesante y más económica en tiempo y recursos.
Fuentes:
Storytelling, la escritura mágica de Carlos Salas.