Hace unos días tuve la oportunidad de asistir a un evento con otros guionistas, y allí comprobé algo que ya sospechaba. Uno de estos talentosos realizadores, después de estudiar cine y de estar trabajando en varias historias, confesó que los términos y temas de los que le hablaban los otros participantes apenas los había escuchado.
Para sus profesores de la universidad los manuales de guión eran barreras para la creatividad y por eso apenas habían hablado de su existencia.
Fue mientras el resto de compañeros en el evento y un asesor le hablaron de formas para mejorar su historia, que salieron a colación varios de estos términos. Allí fue que este realizador vio la necesidad de tener un lenguaje en común, además de unas referencias estructurales para construir y mejorar su historia.
No creo que simplemente le estuviéramos proponiendo ajustar el guión a un modelo, sino que se le trataba de explicar de la forma más clara –con un lenguaje común– de lo que sentíamos como espectadores en determinados momentos de la historia.
Muchos profesores de guión temen enseñar estos manuales. Creen que con estos se corta la creatividad y se crean historias de molde. Pero después de esta experiencia comprobé lo que la mayoría de estos manuales dicen en sus introducciones: que son herramientas sacadas de las coincidencias de miles de historias y que en las propias podemos sentir la necesidad de guiarnos por estas o alejarnos.
¿Cómo negar que se han dado estas casualidades? ¿Cómo no mostrarle a los estudiantes estas coincidencias y que identifiquen esa consciencia universal que se ha detectado en las historias ?
A todos les molestaría que un panadero no les enseñara que para hacer las miles de tortas posibles se necesita harina. O que les hicieran creer, que por utilizarla, todas las tortas que hagan les quedarán igual.